jueves, 9 de agosto de 2012

Erase una vez...


…en un país muy lejano (aunque ¡espero que no tanto!) había un príncipe que vivía en un maravilloso, perfecto y reluciente castillo (no penséis nada raro, que si vive en una casa normal tampoco pasa nada de nada… que nos conocemos y después empezáis a darle al tarro y a pensar cosas malas de mí… “que si es una tal o una cual” “¡Pero mira que ha dicho!”. Nada de eso, ¿eh?).

Pero claro, al tener todo lo que podía desear en él, no se aventuraba a explorar aquel mundo que se extendía más allá de las enormes puertas que le protegían contra todo mal…

Y por eso… por su puñetera culpa y porque me estoy dando cuenta de que es un vago y no le da la gana de salir a dar un paseo, por eso estoy yo como estoy.

A mí no me dejan traspasar el umbral de su flamante castillo y no puedo hacer otra cosa que pasearme día y noche por las puertas a ver si algún día de estos se anima a darse un paseíllo.

Pero nada, parece que de momento nada de nada… esperar, que es lo mío.

No podía tratarse de uno de esos príncipes rebeldes que salen en las películas y los libros… uno de esos que se disfraza de persona normal y se escapa trepando el muro con una cuerda hecha anudando sábanas.

No.

Es un príncipe de esos que prefiere vivir entre algodones toda su vida.

Espero (y a ver si esta vez tengo un poco más de suerte y no se me hace tan largo) que se encienda ese interruptor que tiene escondido detrás de la oreja en el que pone “rebeldía OFF” y se atreva a saltar los muros y venir a mi encuentro.

Aunque sea solo para un cruce de miradas, con eso me sobra… pero si se me cerca y me habla, tampoco le voy a hacer ascos, ¿eh? Ante todo hay que ser una señorita :) Jijiji.


Como podéis ver, ya estoy desvariando otra vez. Es lo que tiene el  calor este del dichoso verano: te altera las neuronas y te hace hacer cosas tontas de estas…

Espero que no os hayáis aburrido mucho con mi esplendido relato de hoy (y en serio, prometo esforzarme algo más para lo siguiente que publique. Mientras tanto, sed buenos.

Dicho queda.

Despertó la pereza.


Y esta es una de las cosas malas que tiene el verano. Bueno, no es que sea una cosa mala, es muy mala… ¡la peor!

El calor este espantoso que hace no te deja hacer nada. Solo tienes ganas de despertarle lo más tarde que puedas, alargando siempre la separación todo lo que puedas con la típica frase de “una chispitina más” (he ahí una más de mis palabrejas, jijii) y cuando al fin te encuentras con las fuerzas suficientes para levantarte, al pasar un simple ratito solo piensas en las horas que quedan hasta que tu amorosa cama te reciba de nuevo en sus “brazos” o sábanas en este caso.

Es horrible.

Siempre cansada.

Pero ¡no podemos permitirlo! Que ahora es precisamente cuando tenemos tiempo para hacer todas esas cosas que hemos tenido que dejar apartadas durante todo el año ya sea por falta de tiempo o por las razones que quieras poner.

No hay tiempo para dormir.


Es tiempo de salir con los amigos.

Tiempo de pasarte las noches en vela pensando en las musarañas.

Tiempo de tumbarte en el césped y mirar una lluvia de estrellas que empieza a las tantas de la mañana (y en realidad sabes que no vas a ver ninguna, jajaja)

Tiempo de leer todos esos libros que se apilan al lado de tu mesita de noche.

Tiempo de divertirte.

Nada de dormir. Ya tendremos tiempo de eso cuando estemos muertos (sé que es un podo radical, pero es la pura verdad).

Pero es que nuestra cama tiene una especie de imán que nos atrae y que después no nos deja irnos… ¡pero nos tenemos que resistir!

¡No caigas en la tentación!

Dicho queda.

Disculpas por la ausencia...

Bueno... como todos sabemos, las vacaciones de verano no son para estar encerrados en casa con el ordenador y por ello, esto lo he dejado últimamente un poco abandonado.

Pero como hoy puedo, voy a poner un par de entradas para compensar.

¡Lo siento de nuevo!


Dicho queda.